28 de Febrero 2008
Sello para Granada 2008
Mañana vuelo al XIII Salón del Cómic de Granada.
Me llevo el Sello Exclusivo que se regalará en este Salón, supongo que durante las sesiones de firmas o en algún otro acto (a confirmar por la organización).
250 ejemplares, firmados y numerados.
Nos vemos allí!!!
15 de Febrero 2008
Dibujar los sonidos. Un fragmento :-)
25.
Me invade la confusión.
La información contenida en mi genoma se basa en datos codificados heredados de mamá y papá, que se van complementando con el aprendizaje. Por ejemplo, me encantan los Bonys, los Tigretones y las Panteras Rosas, aunque no sé si me gustarán cuando los pruebe de verdad.
Me considero friolera algunos días, como mamá, y me siento acalorada en otros, como papá. Me chiflan las comedias románticas inglesas del tipo Notting Hill o Love Actually, y me divierte el cine de terror gore de los años setenta y el cine de Russ Meyer. Una parte de mí se lo pasa en grande con óperas de Wagner y Mozart; en cambio, otra porción mía se aburre mortalmente con Las bodas de Fígaro o El anillo de los Nibelungos, y prefiere los musicales tipo Broadway o las películas de Bob Fosse. Mi corazón está en Barcelona, pero mi cabeza piensa continumente en Nueva York. En un extremo, Noah Gordon y Ken Follet; en el opuesto, H. P. Lovecraft y Ian Rankin. Una facción elige aerobic, pilates y piscina; otra se decanta por pesas, boxeo y paintball. En un rincón, la doctora Scarpetta, la marquesa Isabelle de Merteuil y Mafalda; en el rincón contrario, el capitán Jack Sparrow, la teniente Ellen Ripley y el sargento Rock. En el polo norte, Tom Waits, Michael Nyman y Depeche Mode; en el polo sur, Mecano, Amy Winehouse y Radiohead. En una playa de la isla, Sawyer; en el interior de la isla, Kate. En un hemisferio flotan serenidad, sentido común, leyes, previsión, sociabilidad, generosidad y calma; en el otro hemisferio, ímpetu, stress, disponibilidad, imaginación desbordante y cortocircuitos neuronales.
Ambas partes coinciden milagrosamente en algo: Grease.
La confusión se manifiesta cuando toda esa información llega a mi cerebro (que está en la cabeza, no en el pie derecho, como creía algún bebé iluso en el nido, porque le engañaban los veteranos) e intento interpretar la realidad con ella.
Entonces es cuando padezco el síndrome Pepe Rubianes: nunca sabes si lo que te está contando es verdad o mentira.
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